En casos de Abuso Sexual Infantil es muy habitual que se solicite una prueba de credibilidad del testimonio. Te enseñamos en qué consiste. Esta entrevista ha de realizarla un perito psicólogo forense. En EPERIT contamos con un equipo actualizado y especialista en la materia.
A la hora de evaluar credibilidad de testimonio se ha desarrollado el Sistema de Evaluación Global, que es un protocolo que permite evaluar la validez y la fiabilidad de la declaración. También permite analizar la huella psicológica y la simulación. Pero antes de aplicar este protocolo se necesita obtener una declaración y no vale cualquier declaración.
Tanto en los interrogatorios típicos de actuaciones policiales y judiciales como en entrevistas dirigidas y semidirigidas el entrevistador mediatiza la información a recuperar por el testigo, puede introducir información engañosa por lo que no son útiles y la declaración obtenida por estos procedimientos no debe ser usada para el análisis de la credibilidad.
La memoria es frágil por lo que lo más importante para poder realizar una buena evaluación de la credibilidad es una entrevista que permita el discurso libre, una entrevista en formato narrativo. Y eso lo permite la entrevista cognitiva. Este tipo de entrevista es una de las propuestas para investigar casos de Abuso Sexual Infantil.
Entrevista Cognitiva
La entrevista cognitiva está formada por cuatro técnicas generales y algunas técnicas suplementarias. Las cuatro principales son:
La reinstauración de contextos, que se basa en reconstruir mentalmente el contexto del momento del suceso, que la persona se sitúe mentalmente describiendo elementos emocionales, como cómo se sintió, elementos secuenciales, es decir, cuál fue la secuencia de los acontecimientos y características perceptuales como por ejemplo, la descripción sensorial del ambiente. Esto es importante porque la información contextual se asocia y relaciona con el evento.
En segundo lugar, recuerdo libre, es decir, que narre todo lo ocurrido incluyendo todo tipo de detalles y la información parcial.
En tercer lugar, el cambio de perspectiva, que implica que el testigo se pone en el lugar de otro testigo y habla de lo que hubiera visto desde esa perspectiva.
Y por último, el recuerdo en orden inverso, esto es narrar los hechos con un orden diferente al desarrollo normal. Esto reduce el efecto de los conocimientos previos, expectativas y esquemas en el recuerdo y ayudan a proporcionar más detalles.
Entrevista Cognitiva Mejorada
En 1992 Fisher y Geiselman propusieron una versión mejorada, aunque el procedimiento cognitivamente es el mismo, como se ve en las fases que la componen y la efectividad es la misma. En primer lugar hay que hacer las presentaciones y luego establecer la comunicación creando un ambiente agradable y con preguntas neutras. Acto seguido explicar el objetivo de la entrevista.
Seguidamente, se realiza la reinstauración de contextos y el recuerdo libre. Después habría que preparar al testigo para el interrogatorio, pidiendo colaboración y explicando que tiene que decir lo primero que se le venga a la cabeza además de que puede decir que no sabe algo o que no se acuerda; hacer el interrogatorio personalizado a la secuencia de los sucesos que recuerda, hacer el recuerdo libre desde diferentes perspectivas, luego el recuerdo en orden inverso y finalmente hacer un resumen a partir de lo informado por el testigo y un cierre en el que relajar tensiones.
Teóricamente estas son las fases, y esas son las cuatro técnicas además hay que hacer las mínimas preguntas e interrupciones durante su discurso libre y luego ya pasar a preguntas más directas para aclarar puntos. En la práctica hay que adaptar estas fases y estas técnicas a lo que la situación permite siendo lo más importante permitir la expresión libre del testigo y haciendo preguntas no sugestivas para obtener una gran declaración que nos permita hacer una buena evaluación completa de la credibilidad.
REFERENCIAS
Fisher, R. P., Milne, R., y Bull, R. (2011). Interviewing cooperative witnesses. Current Directions in Psychological Science, 20, 16-19.
Arce, R. y Fariña, F. (2005). Peritación Psicológica de la credibilidad del testimonio, la huella psíquica y la simulación: El sistema de evaluación global (SEG). Papeles del Psicólogo, 26(92), 59-77.
Godoy, V. y Higueras, L. (2005). Aplicación forense de la entrevista cognitiva:descripción, evolución y situación actual. Anuario de Psicología Jurídica, 15(1), 41-54.
Tal como muestran diversas investigaciones, las personas con trastorno mental grave (como trastorno psicótico, bipolar, esquizofrénico, etc.) son más propensas a sufrir violencia que a ejercerla, de hecho, presentar dicha psicopatología es un factor de riesgo ante las experiencias de victimización (mayor riesgo de sufrir violencia física y sexual que la población general). En concreto, respecto a la victimización infantil, los estudios exponen que sufrir experiencias traumáticas durante la infancia aumenta el riesgo de desarrollar trastornos mentales.
Resulta relevante destacar que la falta de información respecto a estos casos imposibilita el diseño de políticas de protección que den respuesta a las necesidades de las personas con dicho trastorno, además de que obstaculiza la comprensión del efecto que tiene vivenciar experiencias traumáticas en la manifestación de la psicopatología. Por ende, no es posible desarrollar un modelo terapéutico que integre los conocimientos mencionados en la intervención psiquiátrica de las personas con un trastorno mental grave.
Ante esta situación, se realiza un estudio sobre una amplia diversidad de experiencias adversas y de victimización en una muestra de personas con trastorno mental grave residentes en la ciudad de Barcelona, con el objetivo de aportar nuevos datos que ayuden a comprenderlo.
Metodología y Resultados
En cuanto a la metodología, cabe decir que se realizó un estudio descriptivo, cuantitativo y transversal, para el cual se utilizó una muestra de 74 personas con trastorno mental grave, concretamente, 42 mujeres y 32 hombres de entre 21 y 68 años. Dichas personas fueron entrevistadas y se evaluaron las experiencias adversas y de victimización a partir de 26 ítems de la prueba Adverse Childhood Experiences Questionnaire (ACE-IQ), cuestionario que se amplió para incluir las vivenciadas en la edad adulta.
Tras realizar las evaluaciones pertinentes, se obtuvieron los siguientes resultados:
Todas las personas entrevistadas expresaron haber vivido como mínimo dos victimizaciones a lo largo de su vida. Concretamente, las más frecuentes fueron los delitos comunes (robos, amenazas, etc.) y la victimización por parte de los cuidadores principales. Añadir que las mujeres presentaban casi 13 veces más probabilidades de sufrir victimización sexual que los hombres a lo largo de la vida.
Casi un 50% de las personas informaron haber sufrido más de seis formas distintas de victimización antes de los 18 años. En concreto, la más frecuente fue la perpetrada por parte de los cuidadores principales.
Una de cada tres personas expresó haber sido víctima de abuso sexual con contacto físico durante su infancia o adolescencia. Mayoritariamente, quien cometió el abuso fue un hombre, familiar o conocido de la víctima. Destacar que las mujeres presentaban seis veces más probabilidades de haber sufrido abuso sexual infantil con contacto físico que los hombres.
Las experiencias de victimización más reportadas durante la edad adulta fueron los delitos comunes y la violencia en la pareja. Añadir que las mujeres tenían más probabilidades de reportar haber sufrido discriminación y acoso que los hombres, así como cualquier forma de victimización sexual.
Conclusión
En dicha investigación se concluye que las personas con trastorno mental grave sufren múltiples experiencias adversas y de victimización a lo largo de sus vidas. Cabe añadir que dicho fenómeno es una problemática que ha recibido muy poca atención.
Resulta relevante mencionar que numerosas victimizaciones ocurren por primera vez en la edad adulta, dejando de manifiesto que es un colectivo realmente vulnerable en estas edades. Así pues, es de vital importancia diseñar programas de prevención de la violencia que se enfoquen en los colectivos con mayor riesgo.
Cabe destacar que, dadas las graves consecuencias de sufrir victimización en la infancia, la detección precoz es fundamental en la prevención y la intervención de los problemas de salud mental.
Otro aspecto a tener en cuenta es que preguntar por experiencias adversas y de victimización de manera sistematizada en los centros de salud mental, es una forma de que se tengan en consideración al diseñar una intervención integral.
Bibliografía
Bartolomé-Valenzuela, M., Pereda, N. y Guilera, G. (2023). Prevalencia de experiencias adversas y victimización en personas adultas con trastorno mental grave en Barcelona. Gaceta Sanitaria, 37(102314). https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2023.102314
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Antes de abordar la temática en cuestión, es importante delimitar los conceptos de trastorno del espectro autista y bullying:
Por lo que respecta al trastorno del espectro autista (TEA), según estudios realizados alrededor del mundo, se estima que 1/100 menores están diagnosticados con dicho trastorno (Zeidan et al., 2022). Cabe decir que se considera un trastorno del neurodesarrollo que se expresa en distintos grados de afectación (González Alba et al., 2019) y se caracteriza, en términos generales, por los siguientes aspectos (American Psychiatric Association, 2013):
Deficiencias en la interacción y comunicación social: Las personas con dichas particularidades pueden tener dificultades para ajustar el comportamiento en distintos contextos sociales, no suelen iniciar las interacciones con los demás, presentan deficiencias en la comprensión, entre otras.
Presencia de patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades: Estos pueden reflejarse en la inflexibilidad de sus rutinas o patrones de comportamiento, intereses restringidos, hipo o hipersensibilidad a estímulos sensoriales, etc.
Comorbilidad con diversos trastornos: El TEA puede cursar con deterioro intelectual, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno del desarrollo de la coordinación, trastorno de la conducta alimentaria, trastorno de ansiedad y trastorno depresivo. Cabe añadir que pueden aparecer dificultades de aprendizaje, alteraciones del lenguaje y del sueño. Además, es probable que se den afecciones médicas como crisis epilépticas y problemas gastrointestinales.
En cuanto al bullying o acoso escolar, sucede cuando un/a alumno/a es violentado/a y tratado/a de forma denigrante por uno/a o varios/as compañeros/as (existe intencionalidad), lo cual sucede repetida y prolongadamente en el tiempo (De la Rasilla Ramírez, 2022). Dichas prácticas suelen ser insultos y burlas, amenazas e intimidaciones, agresiones físicas y un aislamiento o exclusión social del/de la menor (González Alba et al., 2019).
Cabe decir que se establece una relación asimétrica de poder entre los/as implicados/as, dónde la persona victimizada se encuentra en una posición de vulnerabilidad ante estas prácticas (Castillo-Pulido, 2011).
Pasando a la problemática en sí, es importante tener presente que el acoso escolar infringido a alumnos/as con Trastorno del Espectro Autista ha aumentado en los últimos años, de hecho, según diversos estudios realizados alrededor del mundo, estar diagnosticado con TEA aumenta la probabilidad de sufrir bullying (Humphrey y Hebron, 2015), concretamente, hace que sea de 4 a 10 veces mayor que para el resto (De la Rasilla Ramírez, 2022). La razón de dichos datos se explica por lo siguiente: estos/as menores poseen ciertas características distintivas, las cuales suelen ser percibidas como diferentes y extrañas por los/as demás, lo que supone que acaben siendo el objetivo de burlas, agresiones, entre otros aspectos. En definitiva, las particularidades que presentan hacen que sean más vulnerables a ser victimizados/as (Falla y Ortega-Ruiz, 2019).
No debemos olvidar que, dado que las personas con TEA presentan rasgos particulares, su forma de interpretar el mundo, la gestión de las experiencias estresantes/traumáticas y la regulación de sus emociones es distinta al resto (Humphrey y Hebron, 2015). Así pues, en este caso en concreto, entre las consecuencias a corto y largo plazo que acarrea sufrir bullying, se encuentra un mayor riesgo a desarrollar:
Problemas de salud, psicosociales y en el funcionamiento académico, lo cual se expresa como alteraciones en el apetito y alimentación, carencias de tareas de autocuidado, mayor dificultad para relacionarse con los demás y afectación del rendimiento escolar (De la Rasilla Ramírez, 2022).
Diversas psicopatologías, como trastorno de estrés postraumático, trastorno depresivo y trastornos de ansiedad, concretamente, el trastorno de pánico y el trastorno de ansiedad social o fobia social (Hoover, 2015). Así pues, el/la menor puede experimentar sintomatología ansiosa y depresiva, desarrollar una tendencia al aislamiento social y una baja autoestima, además de tratar de autolesionarse, presentar ideaciones suicidas y realizar tentativas (Castillo-Pulido, 2011).
Consumo de tabaco, alcohol y substancias psicoactivas (Moore et al., 2017).
En definitiva, dado que las personas con trastorno del espectro autista presentan un mayor riesgo a sufrir bullying, lo cual puede suponer el desarrollo de ciertas alteraciones y problemáticas a nivel cognitivo, conductual y social, nos encontramos ante la necesidad de prevenir y abordar la problemática de forma integral, con la intervención y coordinación de profesionales de distintos ámbitos (médicos/as, psicólogos/as, pedagogos/as, profesores/as, etc.), familias, amigos/as y la población en general (Lendínez Extremera, 2017).
Referencias Bibliográficas:
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders: DSM-5 (5th ed.). Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing.
Castillo-Pulido, L.E. (2011). El acoso escolar. De las causas, origen y manifestaciones a la pregunta por el sentido que le otorgan los actores. Magis. Revista Internacional de Investigación en Educación, 4(8), 415-428. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4435188
De la Rasilla Ramírez, A. (2022). Análisis bibliométrico y temático sobre el Trastorno del Espectro Autista y el acoso escolar. Revista de Discapacidad, Clínica y Neurociencias, 9(1), 31-42. https://doi.org/10.14198/DCN.22330
Falla, D. y Ortega-Ruiz, R. (2019). Los escolares diagnosticados con trastorno del espectro autista y víctimas de acoso escolar: una revisión sistemática. Psicología Educativa, 25(2),77-90. https://doi.org/10.5093/psed2019a6
González Alba, B., Cortés González, P. y Mañas Olmo, M. (2019). Acoso escolar en personas con trastorno del espectro autista en la provincia de Málaga. Revista de estudios y experiencias en educación, 18(38), 55-69. https://dx.doi.org/10.21703/rexe.20191838gonzalez4
Hoover, D. W. (2015). The Effects of Psychological Trauma on Children with Autism
Spectrum Disorders: a Research Review. Review Journal of Autism and Developmental Disorders, 2(1), 287–299. https://doi.org/10.1007/s40489-015-0052-y
Humphrey, N. y Hebron, E. (2015). Bullying of children and adolescents with autism spectrum conditions: a ‘state of the field’ review. International Journal of Inclusive Education, 19(8), 845-862. https://doi.org/10.1080/13603116.2014.981602
Lendínez Extremera, M. (2017). Acoso y maltrato en el autismo. Revista Internacional de Apoyo a la Inclusión, Logopedia, Sociedad y Multiculturalidad, 3(1), 166-182. https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/riai/article/view/4261
Moore, S. E., Norman, R. E., Suetani, S., Thomas, H. J., Sly, P. D. y Scott, J. G. (2017). Consequences of bullying victimization in childhood and adolescence: A systematic review and meta-analysis. World Journal of Psychiatry, 7(1), 60–76. https://doi.org/ 10.5498/wjp.v7.i1.60
Zeidan, J., Fombonne, E., Scorah, J., Ibrahim, A., Durkin, M.S., Saxena, S., Yusuf, A., Shih, A. y Elsabbagh, M. (2022). Global prevalence of autism: A systematic review update. Autism Research, 15(5), 778-790. https://doi.org/10.1002/aur.2696
Comúnmente, se categoriza a los/as criminales violentos como psicópatas y se les define como personas carentes de empatía y despiadadas, con gran capacidad e inteligencia para camuflarse entre la población y ejecutar actos delictivos. Cabe decir que, dicha definición, es mayormente fruto de la versión distorsionada que proyectan los medios televisivos, por lo que el concepto que se tiene sobre la psicopatía no se equipara a la realidad (Muñoz Vicente, 2011).
Por lo que respecta a la prevalencia de la psicopatía o trastorno psicopático, según se estima, únicamente entre el 1 y el 2% de la población general lo presenta (López, 2013). En cuanto a las características de dicho trastorno, síndrome clínico no recogido en las clasificaciones de los desórdenes mentales (Muñoz Vicente, 2011), cabe decir que es complejo de definir y existe cierta falta de consenso en cuanto a sus particularidades y los distintos perfiles subyacentes (Gonzalez-Tapia et al., 2017). Sin embargo, se suelen utilizar las siguientes características para definirlo:
• Poseen desajustes en sus esquemas cognitivos, aunque son capaces de comprender las normas sociales (pueden decidir no respetarlas si se interponen a sus intereses) (Pozueco Romero et al., 2011).
• Presentan un sistema emocional distorsionado, en el que destaca la falta de empatía e inhibiciones comportamentales, la impulsividad y la poca tolerancia a la frustración (American Psychiatric Association, 2013).
• Son personas con falta de remordimientos, culpa y responsabilidad (Dujo y Horcajo-Gil, 2017), además, presentan una necesidad de control y poder (Dhingra y Boduszek, 2013).
• Poseen una concepción elevada de la propia valía (egocentrismo) y un encanto superficial (American Psychiatric Association, 2013).
• Sus relaciones interpersonales se caracterizan por la falta de afectividad y compromiso, de hecho, las personas con psicopatía suelen utilizar a los demás para satisfacer sus propias necesidades (Muñoz Vicente, 2011).
Una vez clarificado el concepto, debemos plantearnos ciertas preguntas: ¿El hecho de que una persona posea dichas particularidades, lo convierten automáticamente en un delincuente? ¿Se puede asumir pues que las características determinan el futuro de una persona (en este caso, cometer delitos)?
La respuesta a estas preguntas es no, aunque no se puede negar que presentan ciertos rasgos (factores de riesgo) que las hacen más vulnerables a darse a este tipo de conductas. De hecho, presentar psicopatía, se suele asociar con un mayor riesgo de reincidencia (Dhingra y Boduszek, 2013).
Cabe destacar que la detección temprana de personas con dicho trastorno y la intervención multisistémica, intensiva y a largo plazo, con la aplicación de técnicas cognitivo-conductuales y que mantengan la motivación, puede suponer la modulación de sus características y la evitación de que se den a conductas desviadas y socialmente inadaptadas (Bayliss et al., 2010).
Es importante tener presente ciertos datos sobre la población reclusa, los cuales respaldan lo dicho anteriormente:
• Según lo expuesto en un artículo de David Dujo y Pedro José Horcajo-Gil (2017), gracias a la aplicación de la Escala de Evaluación de la Psicopatía de Hare- Revisada (PCL-R) en la población penitenciaria de distintos países (Norte América, Escocia, España, Inglaterra, Gales, Brasil y Chile), se comprobó que solamente entre el 15 y el 25% de los presos (muestra masculina) cumplían criterios de psicopatía.
• Otro aspecto a destacar, es que detectar a personas con dicho trastorno puede ser complejo y el diagnóstico puede resultar erróneo, puesto que puede confundirse con otras psicopatologías, como el trastorno de personalidad antisocial o TAP, con el que comparte ciertas características (Pozueco Romero et al., 2011). De hecho, tal como expone en un artículo José Manuel Muñoz Vicente (2011), en un estudio en el que se aplicó la PCL-R en una muestra española, se constató que el 65% de los reclusos cumplían criterios de TAP, un porcentaje a tener en consideración.
En definitiva, no puede afirmarse que todos/as los/as psicópatas sean delincuentes que ejecuten conductas violentas, aunque no se debe ignorar que presentan factores de riesgo, los cuales los/as hacen más proclives a cometer delitos, y que cierto porcentaje de estas personas se encuentran en prisión.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders: DSM-5 (5th ed.). Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing.
Bayliss, C. M., Miller, A. K. y Herderson, C. E. (2010). Psychopathy development and implications for early intervention. Journal of Cognitive Psychotherapy: An International Quarterly, 24(2), 71-80. http://dx.doi.org/10.1891/0889-8391.24.2.71
Dhingra, K. y Boduszek, D. (2013). Psychopathy and Criminal Behaviour: A Psychosocial Research Perspective. Journal of Criminal Psychology, 3(2), 83-107. https://doi.org/10.1108/JCP-06-2013-0014
Dujo, V. y Horcajo-Gil, P.J. (2017). La psicopatía en la actualidad: Abordaje clínico-legal y repercusiones forenses en el ámbito penal. Psicopatología Clínica Legal y Forense, 17(1), 69-88. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6674244
Gonzalez-Tapia, M.I., Obsuth, I. y Heeds, R. (2017). A new legal treatment for psychopaths? Perplexities for legal thinkers. International Journal Law Psychiatry, 54, 46-60. https://doi.org/10.1016/j.ijlp.2017.04.004
López, S. (2013). Revisión de la psicopatía: Pasado, presente y futuro. Revista Puertorriqueña de Psicología, 24(2), 1-16. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=233229143007
Muñoz Vicente, J. M. (2011). La psicopatía y su repercusión criminológica: un modelo comprehensivo de la dinámica de la personalidad psicopática. Anuario de Psicología Jurídica, 21, 57-68. https://doi.org/10.5093/jr2011v21a6
Pozueco Romero, J.M., Romero Guillena, S.L., y Casas Barquero, N. (2011). Psicopatía, violencia y criminalidad: un análisis psicológico-forense, psiquiátrico-legal y criminológico (Parte II). Cuadernos de Medicina Forense, 17(4), 175- 192. https://dx.doi.org/10.4321/S1135-76062011000400002
“(…)las personas con estos rasgos comparten una tendencia a ser insensibles, egoístas y malévolos en sus relaciones interpersonales” (Jones y Paulhus, 2009, p. 100).
Tradicionalmente se conoce a la triada oscura de la personalidad o ‘The Dark Triad’ como tres rasgos de la personalidad oscuros o malévolos. Estos rasgos son el narcisismosubclínico, la psicopatía subclínica y el maquiavelismo (Paulhus y Williams, 2002). En los últimos años se ha incorporado el sadismo como nuevo rasgo debido a las similitudes con los otros tres, conformando así la Tétrada Oscura de la Personalidad. Los investigadores evolucionistas han caracterizado a la tétrada oscura como rasgos de personalidad que tienden a la explotación y la depredación social (Brown, Hazraty y Palasinski, 2019). Algunos estudios plantean que los sujetos con estos rasgos tienen una estrategia de vida rápida, emparejamientos a corto plazo y conductas antisociales diversas, aunque existen discrepancias (González, 2015). Vamos a profundizar un poco más sobre cada uno de ellos.
Comparando los rasgos oscuros con otras clasificaciones de personalidad contrastadas como el modelo OCEAN de Los Cinco Grandes de Goldberg o el Modelo PEN de Eysenck, las personas con estos rasgos de personalidad se caracterizan por presentar conductas de violencia psicológica, inhibición moral, manipulación, baja amabilidad y escrupulosidad, frialdad emocional, egoísmo y dificultad para empatizar (Riquelme, Henríquez y Álvarez, 2003), además de presentar una duplicidad o doble cara según sus intereses (González, 2015). Sin embargo, pese a que todos los rasgos tienen conexiones entre sí, cada uno de ellos difiere en algo con respecto a los otros tres (Mokros, Osterheider, Hucker y Nitschke, 2011).
La psicopatía se caracteriza principalmente por la carencia de empatía y ansiedad (miedo, escrúpulos y remordimientos), frialdad interpersonal, alta impulsividad, bajo control de impulsos y la búsqueda de sensaciones. El sujeto psicópata presenta además una autoestima exacerbada que le dota de un encanto superficial (Paulhus y Williams, 2002). Debido a una incapacidad para percibir sus estados internos, posee un fuerte componente de auto engaño y distorsión con respecto a su personalidad, por lo que tiene una percepción de grandiosidad con respecto al resto de seres humanos. Sin embargo, no presenta delirios ni alucinaciones en cuanto a la realidad externa, es un rasgo de personalidad antagónico a la psicosis, de ahí que a nivel judicial sea un perfil perfectamente imputable por sus actos.
El psicópata presenta un interior emocionalmente vacío y tiene poco o ningún interés genuino por los demás (Goncalves y Campbell, 2014). La falta de insight o conciencia de los estados internos, la búsqueda de sensaciones y la ausencia de miedo, facilita que estos sujetos incurran en acciones temerarias. La impulsividad psicopática es de tipo disfuncional puesto que es consecuencia de su incapacidad de autorregulación. A diferencia de la impulsividad narcisista, que tiene más que ver con la osadía social, la cual les puede reportar amplios beneficios. El impulso del psicópata y la búsqueda de gratificación inmediata los lleva por tanto a llevar un estilo de vida parasitario y desestructurado. Viven a costa de los demás.
La persona con el rasgo del maquiavelismo, a diferencia del psicópata, tiene una percepción de la realidad intrapersonal más ajustada, no presentan una auto-mejora en la autoestima, teniendo un concepto de sí mismo más arraigado a la realidad. No presenta la impulsividad tan marcada propia del psicópata, de hecho, su conducta malévola se basa en la estrategia, la manipulación y el cinismo (Jones y Paulhus, 2009). Una frase que representa a este rasgo es la de “el fin justifica los medios”. Esto no quiere decir que un psicópata o narcisista no utilice a otras personas para satisfacer sus deseos, pero digamos que, para el maquiavélico este se convierte en su modus operandi como forma de progreso y de entender los logros. Cognitivamente el maquiavélico se esfuerza mucho más en la estrategia de engaño y manipulación que el psicópata o narcisista (Jonason, Lyons, Baughman y Vernon, 2014).
A diferencia del psicópata y el narcisista, el sujeto maquiavélico no presenta niveles de impulsividad tan altos, no asume riesgos para obtener beneficios, sino que calcula fríamente su plan de acción justificando cualquier tipo de provecho que pueda obtener de los demás. Su habilidad manipuladora reduce las probabilidades de que le descubran. De hecho, en el estudio de Jones y Weiser (2014) donde compararon la tríada oscura con la infidelidad en la pareja se comprobó que, aunque los tres rasgos se asociaran al engaño, el maquiavélico conseguía en mayor medida prosperar en la relación debido a su carácter estratégico y cauteloso. Digamos que este rasgo, en general, sufre menos las consecuencias sociales de rechazo asociadas a su estilo de vida malévolo (González, 2015).
El narcisismo subclínico en comparación con los otros cuatro, es probablemente el rasgo de la tétrada oscura que más se relaciona con comportamientos prosociales y adaptativos, de hecho, a diferencia del maquiavelismo y la psicopatía, correlaciona positivamente con la inteligencia emocional (Papageorgiou et al., 2019). El sujeto con este rasgo se caracteriza por poseer un sentido de grandiosidad y superioridad con respecto al resto de personas. Presenta una autoestima auto-mejorada y se cree con mayores derechos que los demás. Por ello, el sujeto narcisista tiende a la dominación, la explotación de los demás y a la demanda de atención. A los narcisistas les preocupa el éxito, el poder, la belleza y la brillantez. Tienen un autoenfoque y un sentido de la importancia personal engrandecido. Por todo ello, se creen merecedores de un trato especial. Sin embargo, pese a proyectar una imagen de éxito y seguridad, el narcisista vive también con una parte vulnerable que le hace hipersensible a las críticas (Morf y Rhodewalt, 2001).
En la literatura científica se diferencian dos tipos de narcisismo, el narcisismo grandioso (NG) y el narcisismo vulnerable (NV). El NG se relacionaría con la creencia de merecer un trato especial asociada con su percepción de ser mejores que el resto (ya sea más inteligentes, atractivos, agradables, etc.) mientras que los individuos NV consideran que merecen ese trato especial debido a su fragilidad, imperando una actitud victimista. Existen diferencias etiológicas de base con respecto a estos dos tipos de narcisismo: el narcisismo vulnerable está relacionado con abusos en la infancia o estilos de apego traumáticos (abandono emocional o físico), por ello son más propensos a tener apegos adultos patológicos; mientras que los narcisistas grandiosos suelen tener apegos adultos seguros y no suelen tener una historia de abuso en la infancia (Miller, et al., 2010).
Las conductas egoístas y no prosociales en el narcisismo grandioso se producirían por razones instrumentales, es decir, intereses gananciales, adoptando para ello estrategias de dominación. Mientras que las personas con narcisismo vulnerable podrían comportarse de manera desconfiada y agresiva por un sesgo de hostilidad percibido y una desregulación afectiva debido a los esquemas interpersonales negativos asociados a las experiencias traumáticas (Rogosch y Cicchetti, 2004). Por tanto, el narcisismo grandioso se podría caracterizar por el exhibicionismo, la falta de humildad y modestia y el dominio interpersonal, mientras que el narcisismo vulnerable destacaría por el afecto negativo o desconfiado, el egoísmo y la necesidad de atención y reconocimiento (Vize, Lynam, Collison y Miller, 2018).
El narcisista vulnerable presentaría labilidad emocional mientras que el narcisista grandioso tendría mayor facilidad para gestionar el estrés, el NG tendría mayor flexibilidad de afrontamiento frente a situaciones adversas y un patrón de pensamiento positivo, mientras que los NV presentarían mayor dureza o inflexibilidad mental, menor satisfacción con la vida y peor salud mental en general (Miller et al., 2010; Ng, Cheung y Tam, 2014). De hecho, estos dos perfiles tienen una alta relación con otros trastornos de la personalidad. El perfil de NV es altamente consistente con el Trastorno límite de la personalidad o Borderline mientras que el NG está más relacionado con el Trastorno antisocial o el Trastorno histriónico. Además, estas dos formas de narcisismo difieren también en la conducta de recurrir a terapia psicológica o psiquiátrica. El narcisista grandioso se asocia negativamente al uso de tratamiento mientras que el narcisista vulnerable se asocia positivamente (Pincus et al., 2009).
Finalmente, el cuarto y último rasgo incluido en el lado oscuro de la personalidad o Dark Sidecorresponde al sadismo. El sujeto con este rasgo se caracteriza principalmente por obtener placer a través del dolor ajeno. El sádico busca la dominación psicológica y física, la intimidación, el control, el castigo y la humillación, disfrutando con el sufrimiento que eso produce en los demás (Buckels, Jones y Paulhus, 2013; O’Meara, Davies y Hammond, 2011), por ello tiene predisposición a involucrarse en conductas crueles que degradan a otras personas (Myers, Burket y Husted, 2006; O’Meara et al., 2011). En comparación con los otros tres rasgos de la tétrada oscura, el sádico presenta también una baja empatía y una inhibición moral, sin embargo, no se involucra en actos violentos para obtener una ganancia instrumental o defenderse, sino que la motivación principal es el disfrute asociado a la agresión (Buckels et al., 2013; Plouffe, Smith y Saklofske, 2018).
Estudios como el de Reidy et al (2011) o Chabrol et al (2009) demostraron que el rasgo de sadismo separado de los otros rasgos de la tétrada oscura predecía una agresión no provocada en contexto de laboratorio. Asimismo, se observó dicho rasgo en estudiantes de secundaria en relación directa con conductas de acosos y ciberacoso. Otros dos estudios predijeron significativamente como la conducta sádica se dirigía a subyugar y lastimar a otras criaturas vivientes, no solo humanos, y esto podía explicarse independientemente de la variación del resto de rasgos de la tétrada (Buckels et al., 2013).
Existen opiniones e hipótesis diversas en lo relativo a la función adaptativa de estos rasgos para la especie. Pero eso daría para un segundo artículo. Así que, puesto que el mundo de las diferencias individuales y en concreto de la tétrada oscura es amplio, complejo y extenso. Te animo a que, si tienes interés, no dejes de consultar literatura científica sobre el tema.
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Bibliografía:
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La declaración es un relato de memoria que un testigo realiza sobre hechos presenciados o vividos por él mismo (Manzanero, 1996). Está afectada por factores que influyen en la codificación, almacenamiento y recuperación de la memoria. Ésta no es reproductiva, sino reconstructiva, lo cual quiere decir que cada vez que recordamos algo lo estamos modificando, aunque sea en una rememoración a solas.
Antes de nada, cabe señalar que la evidencia científica determina que los niños sí son capaces de prestar testimonio. Entre los 3-6 años deben tenerse en cuenta limitaciones por cuestiones madurativas, como la dificultad para discriminar esquemas generales y recuerdos concretos o la mezcla de realidad y fantasía. Por encima de los 6 años son capaces de tener recuerdos detallados similares a los del adulto y, por tanto, aportar testimonio válido en cantidad y calidad por medio de un experto (Álvarez y Juárez, 2018). Aún así, es importante tener en cuenta que sus declaraciones suelen ser algo desorganizadas, con digresiones o cambios espontáneos de enfoque y correcciones espontáneas e incluso dudas sobre la exactitud de sus recuerdos (Cantón y Cortés, 2000).
No obstante, cuando se trata de niños y especialmente en recuperaciones repetidas, es posible introducir nuevos datos en el interrogatorio que el menor incorpore al relato, creando falsas memorias. Además, cada vez que vuelve a explicar lo sucedido, la huella de la memoria que presenta se reconstruye reinterpretando los detalles ya existentes o, como ya se ha comentado, incorporando nuevos. Por este motivo es tan importante evitar la reiteración del testimonio infantil, tanto para proteger el indicio cognitivo original, eludiendo así el falso recuerdo, como para evitar la revictimización que supone relatar un suceso traumático en un contexto especialmente ansiógeno como lo es el judicial (Álvarez y Juárez, 2018).
Es igualmente importante que la persona encargada de obtener la declaración esté adecuadamente formada para ello, evitando preguntas sugerentes e inductivas (te hizo daño, ¿verdad?) o victimizantes (¿por qué no lo habías contado aún?) que distorsionen la declaración original. También deberá ajustarse al menor, a su edad y sus características psicológicas, utilizando un lenguaje comprensible e intentando establecer una relación cálida que diluya posibles sentimientos de vergüenza y culpa (Jiménez y Alonso, 2006).
Por otro lado, existen diversos factores que influyen en los procesos memorísticos que es importante tener en cuenta a la hora de obtener la declaración de un niño. A continuación, vemos algunos de ellos:
Factores que afectan a la codificación de la memoria:
Edad: Entre los 2 y los 3 años la actividad del hipocampo aumenta mucho y se establecen nuevas sinapsis que sustituyen a las anteriores, por lo tanto, las huellas de memoria previas desaparecen. Asimismo, por debajo de esta edad el niño no presenta aún capacidad de simbolización ni de representación a través del lenguaje, es decir, no atribuye significados a las situaciones, lo que imposibilita la codificación y almacenamiento de información.
Maduración cortical: Para declarar es utilizada la memoria episódica, que funciona en contexto espacio-temporal, lo que permite a la persona ubicar el episodio (en qué estación del año sucedió, dónde se encontraba…) e implica maduración en estructuras cerebrales como el lóbulo temporal y el hipocampo. Tal maduración tiene lugar a partir de los 10 años; previamente a ello no se archivan claves temporales, lo cual se traduce en un conjunto de episodios que se solapan en la memoria, siendo muy difícil distinguir cuándo o en qué orden ocurrieron. Esta inmadurez de la memoria episódica es el motivo por el que a veces se observan relatos poco consistentes en niños menores de 10 años.
Violencia del suceso: En los acontecimientos violentos como agresiones o amenazas, la atención se focaliza en la fuente principal del miedo. En consecuencia, los estímulos periféricos se pierden, son obviados por el cerebro. Este fenómeno se conoce como “visión de túnel” y explica porque hay víctimas que no pueden recordar elementos del suceso aparentemente obvios, como la ropa o la cara de su agresor.
Factores que afectana la retención y recuperación de la memoria:
La toma de declaración: El tipo de interrogatorio influye mucho en el testimonio aportado. Si se lleva a cabo una recuperación interrogativa, es decir, basada en preguntas, es posible que de forma inconsciente se cometan errores de comisión (aportar datos falsos). Ante preguntas de las que no está seguro o de las que no tiene toda la información, el niño buscará dar respuesta, pues está educado para responder a las expectativas del adulto. Por este motivo es muy importante que la recuperación sea de relato libre.
Tiempo transcurrido hasta la declaración: A medida que pasa el tiempo, de forma natural se experimenta un deterioro gradual en las huellas de memoria, que puede llevar a una pérdida de las conexiones cerebrales que hacen accesible a la conciencia un recuerdo (Manzanero, 1996). Además, durante este transcurso pueden tener lugar otro sucesos o el conocimiento de nuevas informaciones que generen interferencias en la memoria.
Referencias bibliográficas:
CANTÓN, J.C., y CORTÉS, MR.: “La sugestibilidad de los niños”, en J. Cantón y M.R. Cortés (Eds.) Guía para la evaluación del abuso sexual infantil. Madrid: Pirámide, 2000.
Jiménez Cortés, C., y Martín Alonso, C. (2006). Valoración del testimonio en abuso sexual infantil (A.S.I.). Cuadernos de Medicina Forense, 43-44.
MANZANERO, A.L. (1996). Evaluando el testimonio de menores testigos y víctimas de abuso sexual. Anuario de Psicología Jurídica, 6, 13-34.
Álvarez F., y Juárez JR. (2018). Evaluación psicológica forense de los abusos y maltratos a niños, niñas y adolescentes: guía de buenas prácticas. Asociación de psicólogos forenses de la administración de justicia.
Sandra Jaenada
Estudiante de psicología en la UAB y estudiante EPERIT
Una de las áreas más importantes dentro de la psicología forense es la victimología, ésta es la encargada de estudiar de manera científica las víctimas y el proceso de victimización.
La victimología una manera estricta, estudia las víctimas de hechos delictivos, pero en sentido amplio también estudia a las víctimas de catástrofes naturales.
La victimización es un proceso muy complejo, lo cual explica que se haga la distinción entre tres tipos, que son:
La victimización primaria: la entendemos como el proceso por el que una persona sufre, ya sea de manera directa o indirecta, daños físicos o psíquicos que se derivan de un hecho delictivo o acontecimiento traumático.
La victimización secundaria: compone el conjunto de costes personales que tiene para la víctima de un hecho delictivo su intervención en el proceso penal. Por ejemplo, excesivos interrogatorios policiales /judiciales, la exploración médica/forense o el contacto con el agresor durante el proceso judicial.
La victimización terciaria: la entendemos como el conjunto de costes de la penalización sobre quien la soporta personalmente o sobre terceros.
El otro gran foco de interés de esta disciplina es la desvictimización, siendo un proceso complejo en el que participan múltiples factores y actores, que podemos definir como un proceso de reparación, entendiéndola no como la indemnización de perjuicios, sino como el reconocimiento social y la asistencia, así como la prevención de una posible revictimización.
Si entendemos el problema que conlleva el proceso de victimización, no es difícil llegar a la conclusión de la importancia de una adecuada prevención. Sin duda, la prevención tiene que ser la finalidad principal del sistema penal, el cual, previene delitos y a la vez la satisfacción de los posibles deseos de venganza y la respuesta punitiva espontanea, con lo que se pone freno a la espiral de la victimización que podría derivar en una anarquía punitiva.
No obstante, la prevención dentro de la victimización sobrepasa los límites del sistema penal. La victimología así entendida podría influir en las políticas públicas, programas basados en reducir riesgos o incluso el desarrollo de modelos de actuación policiales.
Manual de Victimología
Daniel Cerro Psicólogo forense, con formación en análisis funcional de la conducta. Miembro de la Lista de Peritos del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Como ya hemos comentado anteriormente, es innegable que el trabajo es una parte fundamental en nuestras vidas. Por tanto, los problemas en el ámbito laboral, de manera general, repercutirán en las demás áreas de nuestras vidas poniendo incluso en riesgo nuestra salud, tanto psicológica como física. En otro artículo comentamos la problemática del mobbing. Esta vez le toca el turno al burnout, concepto que seguro has escuchado alguna vez. Posiblemente, el burnout es uno de los problemas más graves en el ámbito laboral y que afecta a muchos más trabadores de los que creemos.
Si bien es cierto que afecta en gran medida a los trabajadores, no podemos negar el daño que supone también para las empresas (menor rendimiento y menor calidad de los servicios), a los directivos y a la sociedad en general. Por fortuna, cada vez es más común que dentro de las empresas se tomen iniciativas para detectar este problema a tiempo.
El concepto lo acuñó Freudenberber, quien describió el estado de agotamiento físico y mental observado entre el personal que trabajaba de manera voluntaria en una clínica de desintoxicación. De manera general podemos entender el burnout como un proceso de adaptación al estrés del trabajo que se produce de forma crónica cuando las estrategias del trabajador no han podido lidiar con el estrés.
Si bien no existe una explicación que defina completamente el burnout, podemos apuntar que se encuentra ligado a las interacciones personales. Por concretar un poco, y entendiendo el burnout como un proceso, destacarían: la falta de realización personal en el trabajo, el cansancio emocional y despersonalización. Estas variables se entrelazarían entre sí en el tiempo culminando en estrés laboral.
Como hemos visto, el burnout puede destruir la calidad de vida de los trabajadores. Por tanto, antes de que el problema se agrave y se convierta en una situacion insostenible para los trabajadores y empresas, es preferible destinar recursos a su prevención. Y esto resulta muy complicado si vamos a la raíz del problema, ya que percibir el trabajo como un mero intercambio de tiempo/dinero, a la larga en muchas personas puede ser alienante. Por lo tanto, dar un sentido a ese intercambio con un nuevo compromiso con las responsabilidades, atribuir valor al trabajo realizado e intentar aumentar el sentimiento de pertenencia a un grupo o a un proyecto en común, como podemos imaginar, puede resultar en ocasiones bastante complicado.
Si te sientes cansado, no rindes en tu trabajo, tienes problemas laborales debido a la bajada de rendimiento (cada vez más común en el personal sanitario de nuestro país), poniendo en peligro tu puesto de trabajo o incluso ya lo has perdido, un Psicólogo Forense puede ayudarte a valorar si has sufrido o estás sufriendo un daño psicológico debido al burnout realizando un informe pericial que puede favorecerte en eventuales procesos judiciales.
Psicología Forense. Ámbitos de aplicación. Volumen ll.
Daniel Cerro Psicólogo forense, con formación en análisis funcional de la conducta. Miembro de la Lista de Peritos del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
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