EPERIT

TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA Y BULLYING

Antes de abordar la temática en cuestión, es importante delimitar los conceptos de trastorno del espectro autista y bullying:

Por lo que respecta al trastorno del espectro autista (TEA), según estudios realizados alrededor del mundo, se estima que 1/100 menores están diagnosticados con dicho trastorno (Zeidan et al., 2022). Cabe decir que se considera un trastorno del neurodesarrollo que se expresa en distintos grados de afectación (González Alba et al., 2019) y se caracteriza, en términos generales, por los siguientes aspectos (American Psychiatric Association, 2013):

  • Deficiencias en la interacción y comunicación social: Las personas con dichas particularidades pueden tener dificultades para ajustar el comportamiento en distintos contextos sociales, no suelen iniciar las interacciones con los demás, presentan deficiencias en la comprensión, entre otras.
  • Presencia de patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades: Estos pueden reflejarse en la inflexibilidad de sus rutinas o patrones de comportamiento, intereses restringidos, hipo o hipersensibilidad a estímulos sensoriales, etc.
  • Comorbilidad con diversos trastornos: El TEA puede cursar con deterioro intelectual, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno del desarrollo de la coordinación, trastorno de la conducta alimentaria, trastorno de ansiedad y trastorno depresivo. Cabe añadir que pueden aparecer dificultades de aprendizaje, alteraciones del lenguaje y del sueño. Además, es probable que se den afecciones médicas como crisis epilépticas y problemas gastrointestinales. 

En cuanto al bullying o acoso escolar, sucede cuando un/a alumno/a es violentado/a y tratado/a de forma denigrante por uno/a o varios/as compañeros/as (existe intencionalidad), lo cual sucede repetida y prolongadamente en el tiempo (De la Rasilla Ramírez, 2022). Dichas prácticas suelen ser insultos y burlas, amenazas e intimidaciones, agresiones físicas y un aislamiento o exclusión social del/de la menor (González Alba et al., 2019).

Cabe decir que se establece una relación asimétrica de poder entre los/as implicados/as, dónde la persona victimizada se encuentra en una posición de vulnerabilidad ante estas prácticas (Castillo-Pulido, 2011). 

Pasando a la problemática en sí, es importante tener presente que el acoso escolar infringido a alumnos/as con Trastorno del Espectro Autista ha aumentado en los últimos años, de hecho, según diversos estudios realizados alrededor del mundo, estar diagnosticado con TEA aumenta la probabilidad de sufrir bullying (Humphrey y Hebron, 2015), concretamente, hace que sea de 4 a 10 veces mayor que para el resto (De la Rasilla Ramírez, 2022). La razón de dichos datos se explica por lo siguiente: estos/as menores poseen ciertas características distintivas, las cuales suelen ser percibidas como diferentes y extrañas por los/as demás, lo que supone que acaben siendo el objetivo de burlas, agresiones, entre otros aspectos. En definitiva, las particularidades que presentan hacen que sean más vulnerables a ser victimizados/as (Falla y Ortega-Ruiz, 2019). 

No debemos olvidar que, dado que las personas con TEA presentan rasgos particulares, su forma de interpretar el mundo, la gestión de las experiencias estresantes/traumáticas y la regulación de sus emociones es distinta al resto (Humphrey y Hebron, 2015). Así pues, en este caso en concreto, entre las consecuencias a corto y largo plazo que acarrea sufrir bullying, se encuentra un mayor riesgo a desarrollar:

  • Problemas de salud, psicosociales y en el funcionamiento académico, lo cual se expresa como alteraciones en el apetito y alimentación, carencias de tareas de autocuidado, mayor dificultad para relacionarse con los demás y afectación del rendimiento escolar (De la Rasilla Ramírez, 2022).
  • Diversas psicopatologías, como trastorno de estrés postraumático, trastorno depresivo y trastornos de ansiedad, concretamente, el trastorno de pánico y el trastorno de ansiedad social o fobia social (Hoover, 2015). Así pues, el/la menor puede experimentar sintomatología ansiosa y depresiva, desarrollar una tendencia al aislamiento social y una baja autoestima, además de tratar de autolesionarse, presentar ideaciones suicidas y realizar tentativas (Castillo-Pulido, 2011).
  • Consumo de tabaco, alcohol y substancias psicoactivas (Moore et al., 2017). 

En definitiva, dado que las personas con trastorno del espectro autista presentan un mayor riesgo a sufrir bullying, lo cual puede suponer el desarrollo de ciertas alteraciones y problemáticas a nivel cognitivo, conductual y social, nos encontramos ante la necesidad de prevenir y abordar la problemática de forma integral, con la intervención y coordinación de profesionales de distintos ámbitos (médicos/as, psicólogos/as, pedagogos/as, profesores/as, etc.), familias, amigos/as y la población en general (Lendínez Extremera, 2017).

Referencias Bibliográficas:


American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders: DSM-5 (5th ed.). Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing.

Castillo-Pulido, L.E. (2011). El acoso escolar. De las causas, origen y manifestaciones a la pregunta por el sentido que le otorgan los actores. Magis. Revista Internacional de Investigación en Educación, 4(8), 415-428. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4435188

De la Rasilla Ramírez, A. (2022). Análisis bibliométrico y temático sobre el Trastorno del Espectro Autista y el acoso escolar. Revista de Discapacidad, Clínica y Neurociencias, 9(1), 31-42. https://doi.org/10.14198/DCN.22330

Falla, D. y Ortega-Ruiz, R. (2019). Los escolares diagnosticados con trastorno del espectro autista y víctimas de acoso escolar: una revisión sistemática. Psicología Educativa, 25(2), 77-90. https://doi.org/10.5093/psed2019a6

González Alba, B., Cortés González, P. y Mañas Olmo, M. (2019). Acoso escolar en personas con trastorno del espectro autista en la provincia de Málaga. Revista de estudios y experiencias en educación, 18(38), 55-69. https://dx.doi.org/10.21703/rexe.20191838gonzalez4

Hoover, D. W. (2015). The Effects of Psychological Trauma on Children with Autism

Spectrum Disorders: a Research Review. Review Journal of Autism and Developmental Disorders, 2(1), 287–299. https://doi.org/10.1007/s40489-015-0052-y

Humphrey, N. y Hebron, E. (2015). Bullying of children and adolescents with autism spectrum conditions: a ‘state of the field’ review. International Journal of Inclusive Education, 19(8), 845-862. https://doi.org/10.1080/13603116.2014.981602

Lendínez Extremera, M. (2017). Acoso y maltrato en el autismo. Revista Internacional de Apoyo a la Inclusión, Logopedia, Sociedad y Multiculturalidad, 3(1), 166-182. https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/riai/article/view/4261

Moore, S. E., Norman, R. E., Suetani, S., Thomas, H. J., Sly, P. D. y Scott, J. G. (2017). Consequences of bullying victimization in childhood and adolescence: A systematic review and meta-analysis. World Journal of Psychiatry, 7(1), 60–76. https://doi.org/ 10.5498/wjp.v7.i1.60

Zeidan, J., Fombonne, E., Scorah, J., Ibrahim, A., Durkin, M.S., Saxena, S., Yusuf, A., Shih, A. y Elsabbagh, M. (2022). Global prevalence of autism: A systematic review update. Autism Research, 15(5), 778-790. https://doi.org/10.1002/aur.2696

Kora Nevado, Psicóloga Forense

¿SON DELINCUENTES O ESTÁN DESTINADAS A SERLO TODAS LAS PERSONAS CON PSICOPATÍA?

 Comúnmente, se categoriza a los/as criminales violentos como psicópatas y se les define como personas carentes de empatía y despiadadas, con gran capacidad e inteligencia para camuflarse entre la población y ejecutar actos delictivos. Cabe decir que, dicha definición, es mayormente fruto de la versión distorsionada que proyectan los medios televisivos, por lo que el concepto que se tiene sobre la psicopatía no se equipara a la realidad (Muñoz Vicente, 2011). 

Por lo que respecta a la prevalencia de la psicopatía o trastorno psicopático, según se estima, únicamente entre el 1 y el 2% de la población general lo presenta (López, 2013). En cuanto a las características de dicho trastorno, síndrome clínico no recogido en las clasificaciones de los desórdenes mentales (Muñoz Vicente, 2011), cabe decir que es complejo de definir y existe cierta falta de consenso en cuanto a sus particularidades y los distintos perfiles subyacentes (Gonzalez-Tapia et al., 2017). Sin embargo, se suelen utilizar las siguientes características para definirlo: 

  • • Poseen desajustes en sus esquemas cognitivos, aunque son capaces de comprender las normas sociales (pueden decidir no respetarlas si se interponen a sus intereses) (Pozueco Romero et al., 2011). 
  • • Presentan un sistema emocional distorsionado, en el que destaca la falta de empatía e inhibiciones comportamentales, la impulsividad y la poca tolerancia a la frustración (American Psychiatric Association, 2013). 
  • • Son personas con falta de remordimientos, culpa y responsabilidad (Dujo y Horcajo-Gil, 2017), además, presentan una necesidad de control y poder (Dhingra y Boduszek, 2013). 
  • • Poseen una concepción elevada de la propia valía (egocentrismo) y un encanto superficial (American Psychiatric Association, 2013). 
  • • Sus relaciones interpersonales se caracterizan por la falta de afectividad y compromiso, de hecho, las personas con psicopatía suelen utilizar a los demás para satisfacer sus propias necesidades (Muñoz Vicente, 2011). 

Una vez clarificado el concepto, debemos plantearnos ciertas preguntas: ¿El hecho de que una persona posea dichas particularidades, lo convierten automáticamente en un delincuente? ¿Se puede asumir pues que las características determinan el futuro de una persona (en este caso, cometer delitos)? 

La respuesta a estas preguntas es no, aunque no se puede negar que presentan ciertos rasgos (factores de riesgo) que las hacen más vulnerables a darse a este tipo de conductas. De hecho, presentar psicopatía, se suele asociar con un mayor riesgo de reincidencia (Dhingra y Boduszek, 2013). 

Cabe destacar que la detección temprana de personas con dicho trastorno y la intervención multisistémica, intensiva y a largo plazo, con la aplicación de técnicas cognitivo-conductuales y que mantengan la motivación, puede suponer la modulación de sus características y la evitación de que se den a conductas desviadas y socialmente inadaptadas (Bayliss et al., 2010). 

Es importante tener presente ciertos datos sobre la población reclusa, los cuales respaldan lo dicho anteriormente: 

  • • Según lo expuesto en un artículo de David Dujo y Pedro José Horcajo-Gil (2017), gracias a la aplicación de la Escala de Evaluación de la Psicopatía de Hare- Revisada (PCL-R) en la población penitenciaria de distintos países (Norte América, Escocia, España, Inglaterra, Gales, Brasil y Chile), se comprobó que solamente entre el 15 y el 25% de los presos (muestra masculina) cumplían criterios de psicopatía. 
  • • Otro aspecto a destacar, es que detectar a personas con dicho trastorno puede ser complejo y el diagnóstico puede resultar erróneo, puesto que puede confundirse con otras psicopatologías, como el trastorno de personalidad antisocial o TAP, con el que comparte ciertas características (Pozueco Romero et al., 2011). De hecho, tal como expone en un artículo José Manuel Muñoz Vicente (2011), en un estudio en el que se aplicó la PCL-R en una muestra española, se constató que el 65% de los reclusos cumplían criterios de TAP, un porcentaje a tener en consideración. 

En definitiva, no puede afirmarse que todos/as los/as psicópatas sean delincuentes que ejecuten conductas violentas, aunque no se debe ignorar que presentan factores de riesgo, los cuales los/as hacen más proclives a cometer delitos, y que cierto porcentaje de estas personas se encuentran en prisión. 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders: DSM-5 (5th ed.). Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing. 

Bayliss, C. M., Miller, A. K. y Herderson, C. E. (2010). Psychopathy development and implications for early intervention. Journal of Cognitive Psychotherapy: An International Quarterly, 24(2), 71-80. http://dx.doi.org/10.1891/0889-8391.24.2.71 

Dhingra, K. y Boduszek, D. (2013). Psychopathy and Criminal Behaviour: A Psychosocial Research Perspective. Journal of Criminal Psychology, 3(2), 83-107. https://doi.org/10.1108/JCP-06-2013-0014 

Dujo, V. y Horcajo-Gil, P.J. (2017). La psicopatía en la actualidad: Abordaje clínico-legal y repercusiones forenses en el ámbito penal. Psicopatología Clínica Legal y Forense, 17(1), 69-88. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6674244 

Gonzalez-Tapia, M.I., Obsuth, I. y Heeds, R. (2017). A new legal treatment for psychopaths? Perplexities for legal thinkers. International Journal Law Psychiatry, 54, 46-60. https://doi.org/10.1016/j.ijlp.2017.04.004 

López, S. (2013). Revisión de la psicopatía: Pasado, presente y futuro. Revista Puertorriqueña de Psicología, 24(2), 1-16. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=233229143007 

Muñoz Vicente, J. M. (2011). La psicopatía y su repercusión criminológica: un modelo comprehensivo de la dinámica de la personalidad psicopática. Anuario de Psicología Jurídica, 21, 57-68. https://doi.org/10.5093/jr2011v21a6 

Pozueco Romero, J.M., Romero Guillena, S.L., y Casas Barquero, N. (2011). Psicopatía, violencia y criminalidad: un análisis psicológico-forense, psiquiátrico-legal y criminológico (Parte II). Cuadernos de Medicina Forense, 17(4), 175- 192. https://dx.doi.org/10.4321/S1135-76062011000400002 

Kora Nevado

Psicóloga Jurídica con formación en Victimología

La Tétrada Oscura de la Personalidad

“(…)las personas con estos rasgos comparten una tendencia a ser insensibles, egoístas y malévolos en sus relaciones interpersonales” (Jones y Paulhus, 2009, p. 100).

Tradicionalmente se conoce a la triada oscura de la personalidad o ‘The Dark Triad’ como tres rasgos de la personalidad oscuros o malévolos. Estos rasgos son el narcisismo subclínico, la psicopatía subclínica y el maquiavelismo (Paulhus y Williams, 2002). En los últimos años se ha incorporado el sadismo como nuevo rasgo debido a las similitudes con los otros tres, conformando así la Tétrada Oscura de la Personalidad. Los investigadores evolucionistas han caracterizado a la tétrada oscura como rasgos de personalidad que tienden a la explotación y la depredación social (Brown, Hazraty y Palasinski, 2019). Algunos estudios plantean que los sujetos con estos rasgos tienen una estrategia de vida rápida, emparejamientos a corto plazo y conductas antisociales diversas, aunque existen discrepancias (González, 2015). Vamos a profundizar un poco más sobre cada uno de ellos.

Comparando los rasgos oscuros con otras clasificaciones de personalidad contrastadas como el modelo OCEAN de Los Cinco Grandes de Goldberg o el Modelo PEN de Eysenck, las personas con estos rasgos de personalidad se caracterizan por presentar conductas de violencia psicológica, inhibición moral, manipulación, baja amabilidad y escrupulosidad, frialdad emocional, egoísmo y dificultad para empatizar (Riquelme, Henríquez y Álvarez, 2003), además de presentar una duplicidad o doble cara según sus intereses (González, 2015). Sin embargo, pese a que todos los rasgos tienen conexiones entre sí, cada uno de ellos difiere en algo con respecto a los otros tres (Mokros, Osterheider, Hucker y Nitschke, 2011).

La psicopatía se caracteriza principalmente por la carencia de empatía y ansiedad (miedo, escrúpulos y remordimientos), frialdad interpersonal, alta impulsividad, bajo control de impulsos y la búsqueda de sensaciones. El sujeto psicópata presenta además una autoestima exacerbada que le dota de un encanto superficial (Paulhus y Williams, 2002). Debido a una incapacidad para percibir sus estados internos, posee un fuerte componente de auto engaño y distorsión con respecto a su personalidad, por lo que tiene una percepción de grandiosidad con respecto al resto de seres humanos. Sin embargo, no presenta delirios ni alucinaciones en cuanto a la realidad externa, es un rasgo de personalidad antagónico a la psicosis, de ahí que a nivel judicial sea un perfil perfectamente imputable por sus actos.

El psicópata presenta un interior emocionalmente vacío y tiene poco o ningún interés genuino por los demás (Goncalves y Campbell, 2014). La falta de insight o conciencia de los estados internos, la búsqueda de sensaciones y la ausencia de miedo, facilita que estos sujetos incurran en acciones temerarias. La impulsividad psicopática es de tipo disfuncional puesto que es consecuencia de su incapacidad de autorregulación. A diferencia de la impulsividad narcisista, que tiene más que ver con la osadía social, la cual les puede reportar amplios beneficios. El impulso del psicópata y la búsqueda de gratificación inmediata los lleva por tanto a llevar un estilo de vida parasitario y desestructurado. Viven a costa de los demás.

La persona con el rasgo del maquiavelismo, a diferencia del psicópata, tiene una percepción de la realidad intrapersonal más ajustada, no presentan una auto-mejora en la autoestima, teniendo un concepto de sí mismo más arraigado a la realidad. No presenta la impulsividad tan marcada propia del psicópata, de hecho, su conducta malévola se basa en la estrategia, la manipulación y el cinismo (Jones y Paulhus, 2009). Una frase que representa a este rasgo es la de “el fin justifica los medios”. Esto no quiere decir que un psicópata o narcisista no utilice a otras personas para satisfacer sus deseos, pero digamos que, para el maquiavélico este se convierte en su modus operandi como forma de progreso y de entender los logros. Cognitivamente el maquiavélico se esfuerza mucho más en la estrategia de engaño y manipulación que el psicópata o narcisista (Jonason, Lyons, Baughman y Vernon, 2014).

A diferencia del psicópata y el narcisista, el sujeto maquiavélico no presenta niveles de impulsividad tan altos, no asume riesgos para obtener beneficios, sino que calcula fríamente su plan de acción justificando cualquier tipo de provecho que pueda obtener de los demás. Su habilidad manipuladora reduce las probabilidades de que le descubran. De hecho, en el estudio de Jones y Weiser (2014) donde compararon la tríada oscura con la infidelidad en la pareja se comprobó que, aunque los tres rasgos se asociaran al engaño, el maquiavélico conseguía en mayor medida prosperar en la relación debido a su carácter estratégico y cauteloso. Digamos que este rasgo, en general, sufre menos las consecuencias sociales de rechazo asociadas a su estilo de vida malévolo (González, 2015).

El narcisismo subclínico en comparación con los otros cuatro, es probablemente el rasgo de la tétrada oscura que más se relaciona con comportamientos prosociales y adaptativos, de hecho, a diferencia del maquiavelismo y la psicopatía, correlaciona positivamente con la inteligencia emocional (Papageorgiou et al., 2019). El sujeto con este rasgo se caracteriza por poseer un sentido de grandiosidad y superioridad con respecto al resto de personas. Presenta una autoestima auto-mejorada y se cree con mayores derechos que los demás. Por ello, el sujeto narcisista tiende a la dominación, la explotación de los demás y a la demanda de atención. A los narcisistas les preocupa el éxito, el poder, la belleza y la brillantez. Tienen un autoenfoque y un sentido de la importancia personal engrandecido. Por todo ello, se creen merecedores de un trato especial. Sin embargo, pese a proyectar una imagen de éxito y seguridad, el narcisista vive también con una parte vulnerable que le hace hipersensible a las críticas (Morf y Rhodewalt, 2001).

               En la literatura científica se diferencian dos tipos de narcisismo, el narcisismo grandioso (NG) y el narcisismo vulnerable (NV).  El NG se relacionaría con la creencia de merecer un trato especial asociada con su percepción de ser mejores que el resto (ya sea más inteligentes, atractivos, agradables, etc.) mientras que los individuos NV consideran que merecen ese trato especial debido a su fragilidad, imperando una actitud victimista. Existen diferencias etiológicas de base con respecto a estos dos tipos de narcisismo: el narcisismo vulnerable está relacionado con abusos en la infancia o estilos de apego traumáticos (abandono emocional o físico), por ello son más propensos a tener apegos adultos patológicos; mientras que los narcisistas grandiosos suelen tener apegos adultos seguros y no suelen tener una historia de abuso en la infancia (Miller, et al., 2010).

               Las conductas egoístas y no prosociales en el narcisismo grandioso se producirían por razones instrumentales, es decir, intereses gananciales, adoptando para ello estrategias de dominación. Mientras que las personas con narcisismo vulnerable podrían comportarse de manera desconfiada y agresiva por un sesgo de hostilidad percibido y una desregulación afectiva debido a los esquemas interpersonales negativos asociados a las experiencias traumáticas (Rogosch y Cicchetti, 2004). Por tanto, el narcisismo grandioso se podría caracterizar por el exhibicionismo, la falta de humildad y modestia y el dominio interpersonal, mientras que el narcisismo vulnerable destacaría por el afecto negativo o desconfiado, el egoísmo y la necesidad de atención y reconocimiento (Vize, Lynam, Collison y Miller, 2018). 

               El narcisista vulnerable presentaría labilidad emocional mientras que el narcisista grandioso tendría mayor facilidad para gestionar el estrés, el NG tendría mayor flexibilidad de afrontamiento frente a situaciones adversas y un patrón de pensamiento positivo, mientras que los NV presentarían mayor dureza o inflexibilidad mental, menor satisfacción con la vida y peor salud mental en general (Miller et al., 2010; Ng, Cheung y Tam, 2014). De hecho, estos dos perfiles tienen una alta relación con otros trastornos de la personalidad. El perfil de NV es altamente consistente con el Trastorno límite de la personalidad o Borderline mientras que el NG está más relacionado con el Trastorno antisocial o el Trastorno histriónico. Además, estas dos formas de narcisismo difieren también en la conducta de recurrir a terapia psicológica o psiquiátrica. El narcisista grandioso se asocia negativamente al uso de tratamiento mientras que el narcisista vulnerable se asocia positivamente (Pincus et al., 2009).

               Finalmente, el cuarto y último rasgo incluido en el lado oscuro de la personalidad o Dark Sidecorresponde al sadismo. El sujeto con este rasgo se caracteriza principalmente por obtener placer a través del dolor ajeno. El sádico busca la dominación psicológica y física, la intimidación, el control, el castigo y la humillación, disfrutando con el sufrimiento que eso produce en los demás (Buckels, Jones y Paulhus, 2013; O’Meara, Davies y Hammond, 2011), por ello tiene predisposición a involucrarse en conductas crueles que degradan a otras personas (Myers, Burket y Husted, 2006; O’Meara et al., 2011). En comparación con los otros tres rasgos de la tétrada oscura, el sádico presenta también una baja empatía y una inhibición moral, sin embargo, no se involucra en actos violentos para obtener una ganancia instrumental o defenderse, sino que la motivación principal es el disfrute asociado a la agresión (Buckels et al., 2013; Plouffe, Smith y Saklofske, 2018).

            Estudios como el de Reidy et al (2011) o Chabrol et al (2009) demostraron que el rasgo de sadismo separado de los otros rasgos de la tétrada oscura predecía una agresión no provocada en contexto de laboratorio. Asimismo, se observó dicho rasgo en estudiantes de secundaria en relación directa con conductas de acosos y ciberacoso. Otros dos estudios predijeron significativamente como la conducta sádica se dirigía a subyugar y lastimar a otras criaturas vivientes, no solo humanos, y esto podía explicarse independientemente de la variación del resto de rasgos de la tétrada (Buckels et al., 2013).

Existen opiniones e hipótesis diversas en lo relativo a la función adaptativa de estos rasgos para la especie. Pero eso daría para un segundo artículo. Así que, puesto que el mundo de las diferencias individuales y en concreto de la tétrada oscura es amplio, complejo y extenso. Te animo a que, si tienes interés, no dejes de consultar literatura científica sobre el tema. 

Explore the Dark Side! 

Bibliografía:

Brown, W. M., Hazraty, S. y Palasinski, M. (2019). Examining the dark tetrad and its links to cyberbullying. Cyberpsychology, behaviour, and social networking, 22(8), 552-557.

Buckels, E. E., Jones, D. N. y Paulhus, D. L. (2013). Behavioral confirmation of everyday sadism. Psychological science24(11), 2201–2209.

Chabrol, H., Van Leeuwen, N., Rodgers, R. y Séjourné, N. (2009). Contributions of psychopathic, narcissistic, machiavellian, and sadistic personality traits to juvenile delinquency. Personality and individual differences, 47(7), 734–739.

Goncalves, M. K. y Campbell, L. (2014). The dark triad and the derogation of mating competitors. Personality and individual differences, 67, 42-46.

González, F. R. (2015). La tríada oscura de la personalidad: maquiavelismo, narcisismo y psicopatía. Una mirada evolutiva. Revista criminalidad, 57(2), 253-265.

Jonason, P. K., Lyons, M., Baughman, H. M. y Vernon, T. (2014). What a tangled web we weave: the dark triad traits and deception. Personality and individual differences, 70, 117-119.

Jones, D. N. y Paulhus, D. L. (2009). Machiavellianism. En Leary, M. R. y Hoyle, R. H. (eds.), Handbook of individual differences in social behavior (pp. 93-108). New York, NY: Guilford Press.

Jones, D. N. y Weiser, D. A. (2014). Differential infidelity patterns among the dark triad. Personality and individual differences, 57, 20-24.

Mokros, A., Osterheider, M., Hucker, S. J. y Nitschke, J. (2011). Psychopathy and sexual sadism. Law and human behavior, 35(3), 188-199.

Miller, J. D., A., Gentile, B., Wilson, L., Pryor, L. R. y Campbell, W. K. (2010). Searching for a vulnerable dark triad: comparing factor 2 psychopathy, vulnerable narcissism, and borderline personality disorder. Journal of personality, 78 (5), 1529-1564.  

Morf, C. C. y Rhodewalt, F. (2001). Expanding the dynamic self-regulatory processing model of narcissism: Research directions for the future. Psychological inquiry, 12(4), 243-251.

Myers, W. C., Burket, R. C. y Husted, D. S. (2006). Sadistic personality disorder and comorbid mental illness in adolescent psychiatric inpatients. Journal of the american academy of psychiatry and the law, 34(1), 61-71.

Ng, H. K. S., Cheung, R. Y.H. y Tam, K.P. (2014). Unraveling the link between narcissism and psychological health: new evidence from coping flexibility. Personality and individual differences, 70, 7-10.

O’Meara, A., Davies, J. y Hammond, S. (2011). The psychometric properties and utility of the Short Sadistic Impulse Scale (SSIS). Psychological assessment, 23(2), 523-531.

Papageorgiou, K. A., Gianniou, F. M., Wilson, P., Moneta, G. B., Bilello, D. y Clough, P. J. (2019). The bright side of dark: exploring the positive effect of narcissism on perceived stress through mental toughness. Personality and individual differences, 139, 116-124.

Paulhus, L. D. y Williams, K. M. (2002). The dark triad of personality: narcissism, machiavellianism, and psychopathy. Journal of research in personality, 36, 556-563.

Pincus, A. L., Ansell, E. B., Pimentel, C. A., Cain, N. M., Wright, A. y Levy, K. N. (2009). Initial construction and validation of the Pathological Narcissism Inventory. Psychological Assessment, 21, 365-379.

Plouffe, R.A., Smith, M.M. y Saklofske, D.H. (2019). A psychometric investigation of the assessment of sadistic personality. Personality and individual Differences, 140(1), 57-60.

Reidy, D. E., Shelley-Tremblay, J. F. y Lilienfeld, S. O. (2011). Psychopathy, reactive aggression, and precarious proclamations: A review of behavioral, cognitive, and biological research. Aggression and Violence Behavior, 16, 512-524.

Riquelme, E., Henríquez, C. y Álvarez, B. (2003). Relación entre estilos de apego y teoría de la mente.Psykhe,12(1), 73-81.

Rogosch, F. A. y Cicchetti, D. (2004). Child maltreatment and emergent personality organization: perspectives from the five-factor model. Journal of abnormal child psychology, 32(2), 123-145.

Vize, C. Lynam, D. Collison, K. y Miller, J. (2018). Differences among dark triad components: a meta-analytic investigation. Personality disorders: theory, research, and treatment, 9(2), 101-111.

Elena Flores

Psicóloga Forense

Memoria y capacidad para prestar declaración de niños en contexto forense

La declaración es un relato de memoria que un testigo realiza sobre hechos presenciados o vividos por él mismo (Manzanero, 1996). Está afectada por factores que influyen en la codificación, almacenamiento y recuperación de la memoria. Ésta no es reproductiva, sino reconstructiva, lo cual quiere decir que cada vez que recordamos algo lo estamos modificando, aunque sea en una rememoración a solas. 

Antes de nada, cabe señalar que la evidencia científica determina que los niños  son capaces de prestar testimonio. Entre los 3-6 años deben tenerse en cuenta limitaciones por cuestiones madurativas, como la dificultad para discriminar esquemas generales y recuerdos concretos o la mezcla de realidad y fantasía. Por encima de los 6 años son capaces de tener recuerdos detallados similares a los del adulto y, por tanto, aportar testimonio válido en cantidad y calidad por medio de un experto (Álvarez y Juárez, 2018). Aún así, es importante tener en cuenta que sus declaraciones suelen ser algo desorganizadas, con digresiones o cambios espontáneos de enfoque y correcciones espontáneas e incluso dudas sobre la exactitud de sus recuerdos (Cantón y Cortés, 2000).

No obstante, cuando se trata de niños y especialmente en recuperaciones repetidas, es posible introducir nuevos datos en el interrogatorio que el menor incorpore al relato, creando falsas memorias. Además, cada vez que vuelve a explicar lo sucedido, la huella de la memoria que presenta se reconstruye reinterpretando los detalles ya existentes o, como ya se ha comentado, incorporando nuevos.  Por este motivo es tan importante evitar la reiteración del testimonio infantil, tanto para proteger el indicio cognitivo original, eludiendo así el falso recuerdo, como para evitar la revictimización que supone relatar un suceso traumático en un contexto especialmente ansiógeno como lo es el judicial (Álvarez y Juárez, 2018). 

Es igualmente importante que la persona encargada de obtener la declaración esté adecuadamente formada para ello, evitando preguntas sugerentes e inductivas (te hizo daño, ¿verdad?) o victimizantes (¿por qué no lo habías contado aún?) que distorsionen la declaración original. También deberá ajustarse al menor, a su edad y sus características psicológicas, utilizando un lenguaje comprensible e intentando establecer una relación cálida que diluya posibles sentimientos de vergüenza y culpa (Jiménez y Alonso, 2006).

Por otro lado, existen diversos factores que influyen en los procesos memorísticos que es importante tener en cuenta a la hora de obtener la declaración de un niño. A continuación, vemos algunos de ellos:

Factores que afectan a la codificación de la memoria:

  • Edad: Entre los 2 y los 3 años la actividad del hipocampo aumenta mucho y se establecen nuevas sinapsis que sustituyen a las anteriores, por lo tanto, las huellas de memoria previas desaparecen. Asimismo, por debajo de esta edad el niño no presenta aún capacidad de simbolización ni de representación a través del lenguaje, es decir, no atribuye significados a las situaciones, lo que imposibilita la codificación y almacenamiento de información.
  • Maduración cortical: Para declarar es utilizada la memoria episódica, que funciona en contexto espacio-temporal, lo que permite a la persona ubicar el episodio (en qué estación del año sucedió, dónde se encontraba…) e implica maduración en estructuras cerebrales como el lóbulo temporal y el hipocampo. Tal maduración tiene lugar a partir de los 10 años; previamente a ello no se archivan claves temporales, lo cual se traduce en un conjunto de episodios que se solapan en la memoria, siendo muy difícil distinguir cuándo o en qué orden ocurrieron. Esta inmadurez de la memoria episódica es el motivo por el que a veces se observan relatos poco consistentes en niños menores de 10 años.
  • Violencia del suceso:  En los acontecimientos violentos como agresiones o amenazas, la atención se focaliza en la fuente principal del miedo. En consecuencia, los estímulos periféricos se pierden, son obviados por el cerebro. Este fenómeno se conoce como “visión de túnel” y explica porque hay víctimas que no pueden recordar elementos del suceso aparentemente obvios, como la ropa o la cara de su agresor. 

Factores que afectan a la retención y recuperación de la memoria:

  • La toma de declaración: El tipo de interrogatorio influye mucho en el testimonio aportado. Si se lleva a cabo una recuperación interrogativa, es decir, basada en preguntas, es posible que de forma inconsciente se cometan errores de comisión (aportar datos falsos). Ante preguntas de las que no está seguro o de las que no tiene toda la información, el niño buscará dar respuesta, pues está educado para responder a las expectativas del adulto. Por este motivo es muy importante que la recuperación sea de relato libre.
  • Tiempo transcurrido hasta la declaración: A medida que pasa el tiempo, de forma natural se experimenta un deterioro gradual en las huellas de memoria, que puede llevar a una pérdida de las conexiones cerebrales que hacen accesible a la conciencia un recuerdo (Manzanero, 1996). Además, durante este transcurso pueden tener lugar otro sucesos o el conocimiento de nuevas informaciones que generen interferencias en la memoria.

Referencias bibliográficas:

CANTÓN, J.C., y CORTÉS, MR.: “La sugestibilidad de los niños”, en J. Cantón y M.R. Cortés (Eds.) Guía para la evaluación del abuso sexual infantil. Madrid: Pirámide, 2000.

Jiménez Cortés, C., y Martín Alonso, C. (2006). Valoración del testimonio en abuso sexual infantil (A.S.I.). Cuadernos de Medicina Forense, 43-44. 

MANZANERO, A.L. (1996). Evaluando el testimonio de menores testigos y víctimas de abuso sexual. Anuario de Psicología Jurídica, 6, 13-34.

Álvarez F., y Juárez JR. (2018). Evaluación psicológica forense de los abusos y maltratos a niños, niñas y adolescentes: guía de buenas prácticas. Asociación de psicólogos forenses de la administración de justicia. 

Sandra Jaenada

Estudiante de psicología en la UAB y estudiante EPERIT

¿Qué es la victimología?

Una de las áreas más importantes dentro de la psicología forense es la victimología, ésta es la encargada de estudiar de manera científica las víctimas y el proceso de victimización. 

La victimología una manera estricta, estudia las víctimas de hechos delictivos, pero en sentido amplio también estudia a las víctimas de catástrofes naturales.

La victimización es un proceso muy complejo, lo cual explica que se haga la distinción entre tres tipos, que son:

  • La victimización primaria: la entendemos como el proceso por el que una persona sufre, ya sea de manera directa o indirecta, daños físicos o psíquicos que se derivan de un hecho delictivo o acontecimiento traumático. 
  • La victimización secundaria: compone el conjunto de costes personales que tiene para la víctima de un hecho delictivo su intervención en el proceso penal. Por ejemplo, excesivos interrogatorios policiales /judiciales, la exploración médica/forense o el contacto con el agresor durante el proceso judicial.
  • La victimización terciaria: la entendemos como el conjunto de costes de la penalización sobre quien la soporta personalmente o sobre terceros.

El otro gran foco de interés de esta disciplina es la desvictimización, siendo un proceso complejo en el que participan múltiples factores y actores, que podemos definir como un proceso de reparación, entendiéndola no como la indemnización de perjuicios, sino como el reconocimiento social y la asistencia, así como la prevención de una posible revictimización.

Si entendemos el problema que conlleva el proceso de victimización, no es difícil llegar a la conclusión de la importancia de una adecuada prevención. Sin duda, la prevención tiene que ser la finalidad principal del sistema penal, el cual, previene delitos y a la vez la satisfacción de los posibles deseos de venganza y la respuesta punitiva espontanea, con lo que se pone freno a la espiral de la victimización que podría derivar en una anarquía punitiva.

No obstante, la prevención dentro de la victimización sobrepasa los límites del sistema penal. La victimología así entendida podría influir en las políticas públicas, programas basados en reducir riesgos o incluso el desarrollo de modelos de actuación policiales.

Manual de Victimología 

Daniel Cerro
Psicólogo forense, con formación en análisis funcional de la conducta. Miembro de la Lista de Peritos
del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

Burnout o estrés laboral

Como ya hemos comentado anteriormente, es innegable que el trabajo es una parte fundamental en nuestras vidas. Por tanto, los problemas en el ámbito laboral, de manera general, repercutirán en las demás áreas de nuestras vidas poniendo incluso en riesgo nuestra salud, tanto psicológica como física. En otro artículo comentamos la problemática del mobbing. Esta vez le toca el turno al burnout, concepto que seguro has escuchado alguna vez.
Posiblemente, el burnout es uno de los problemas más graves en el ámbito laboral y que afecta a muchos más trabadores de los que creemos.


Si bien es cierto que afecta en gran medida a los trabajadores, no podemos negar el daño que
supone también para las empresas (menor rendimiento y menor calidad de los servicios), a los directivos y a la sociedad en general. Por fortuna, cada vez es más común que dentro de las empresas se tomen iniciativas para detectar este problema a tiempo.


El concepto lo acuñó Freudenberber, quien describió el estado de agotamiento físico y mental
observado entre el personal que trabajaba de manera voluntaria en una clínica de desintoxicación. De manera general podemos entender el burnout como un proceso de adaptación al estrés del trabajo que se produce de forma crónica cuando las estrategias del trabajador no han podido lidiar con el estrés.


Si bien no existe una explicación que defina completamente el burnout, podemos apuntar que se encuentra ligado a las interacciones personales. Por concretar un poco, y entendiendo el burnout como un proceso, destacarían: la falta de realización personal en el trabajo, el cansancio emocional y despersonalización. Estas variables se entrelazarían entre sí en el tiempo culminando en estrés laboral.


Como hemos visto, el burnout puede destruir la calidad de vida de los trabajadores. Por tanto, antes de que el problema se agrave y se convierta en una situacion insostenible para los trabajadores y empresas, es preferible destinar recursos a su prevención.
Y esto resulta muy complicado si vamos a la raíz del problema, ya que percibir el trabajo como un mero intercambio de tiempo/dinero, a la larga en muchas personas puede ser alienante. Por lo tanto, dar un sentido a ese intercambio con un nuevo compromiso con las responsabilidades, atribuir valor al trabajo realizado e intentar aumentar el sentimiento de pertenencia a un grupo o a un proyecto en común, como podemos imaginar, puede resultar en ocasiones bastante complicado.


Si te sientes cansado, no rindes en tu trabajo, tienes problemas laborales debido a la bajada de rendimiento (cada vez más común en el personal sanitario de nuestro país), poniendo en peligro tu puesto de trabajo o incluso ya lo has perdido, un Psicólogo Forense puede ayudarte a valorar si has sufrido o estás sufriendo un daño psicológico debido al burnout realizando un informe pericial que puede favorecerte en eventuales procesos judiciales.

Psicología Forense. Ámbitos de aplicación. Volumen ll.

Daniel Cerro
Psicólogo forense, con formación en análisis funcional de la conducta. Miembro de la Lista de Peritos del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

LA PSICOLOGÍA DEL TESTIGO

Definición
En derecho, el testigo es la persona que declara acerca de unos hechos que ha presenciado directamente y que son de interés para la resolución de un asunto objeto de controversia, principalmente de carácter delictivo. Dentro de esta definición también se incluiría a la propia víctima del delito. La declaración del testigo sobre lo ocurrido es lo que se conoce por testimonio.
La figura del testigo es una pieza fundamental en un juicio, pues es considerada como una prueba o medio probatorio de peso para decidir sobre la inocencia o la culpabilidad de un sospechoso (Sáiz, Baqués & Sáiz, 2008). Por esta razón es crucial que el testimonio declarado sea lo más veraz y exacto posible.
A raíz de esta necesidad surgió la psicología del testigo, la cual intenta determinar la calidad de los testimonios que sobre delitos y accidentes prestan los testigos presenciales (Sáiz, Baqués & Sáiz, 2008). Su estudio se centra en dos áreas principales: la exactitud de la declaración y la credibilidad del testigo y de su testimonio.


Exactitud
La exactitud de la declaración hace referencia al grado de correspondencia entre lo que el testigo delata y lo que sucedió realmente (de la Fuente, 2015). Cuanto más se ajuste a la realidad un testimonio, más exacto será.
La memoria humana no proporciona réplicas idénticas de los acontecimientos vividos como si de una cámara de vídeo se tratara. Son muchas las variables, tanto individuales como situacionales, que intervienen en la formación de recuerdos y en su posterior recuperación. Es por este motivo que dos personas que han presenciado un mismo hecho pueden explicarlo con diferentes matices.
Debido a esto, los testigos pueden cometer dos tipos de errores cuando declaran: los de omisión, cuando no incluyen en su relato aspectos relevantes del suceso por olvido; y los de comisión, cuando distorsionan de manera relevante determinados elementos o incluyen otros que no estaban presentes en la situación vivida (de la Fuente, 2015).


Credibilidad
Se entiende por credibilidad al grado de veracidad que se atribuye a la declaración del testigo, es decir, si la persona está engañando o no con su testimonio (Sáiz, Baqués & Sáiz, 2008). Para hablar de engaño en una declaración, éste debe ser un acto intencional y no un fallo de la memoria.
La persona que evalúe un testimonio deberá plantearse la siguiente pregunta: “¿Tiene el testigo motivos e intereses para falsear de manera deliberada su testimonio?” Si la respuesta es afirmativa, el evaluador utilizará aquellos conocimientos y técnicas necesarios para intentar detectar la mentira (de la Fuente, 2015).

El testimonio infantil
Las investigaciones sobre el testimonio infantil han ido cogiendo especial relevancia para poder abordar situaciones de abuso sexual en la infancia. En estos casos, el testimonio del menor suele ser la única prueba para inculpar al acusado, por lo que se hace necesario averiguar qué variables pueden influir en él.
Es importante dejar claro que los menores son testigos capaces y competentes. De hecho, lejos de las falsas creencias que hay al respecto, el testimonio infantil puede ser tan fiable como el testimonio adulto, sobre todo si se utilizan correctamente las técnicas de entrevista (Juárez, 2008).
Por otra parte, la participación del niño o de la niña en el contexto judicial puede resultar muy angustiosa, de manera que es fundamental velar por su bienestar y tener en cuenta algunas consideraciones especiales para reducir su estrés. Ejemplos de estas son el uso del video para grabar el testimonio, realizar pausas frecuentes, la exclusión de espectadores o la opción de no tener que mirar al acusado (Juárez, 2008).


La figura del psicólogo forense
Los profesionales de la psicología forense desempeñan un papel imprescindible en este ámbito. Gracias a su extensa formación están más que capacitados para llevar a cabo evaluaciones periciales sobre el testimonio, realizándolas siempre bajo la ética y la rigurosidad científica.
Además, cuando se trata de un testigo-víctima hay que evitar dentro de lo posible que se produzca una revictimización; el psicólogo forense debe promover un espacio de apoyo y empatía donde la persona se pueda sentir arropada y escuchada. Es de vital importancia proteger a la víctima del delito antes, durante y después de cualquier proceso judicial.


Referencias
De la Fuente, J. (2015). La memoria de los testigos. Editorial UOC.
Juárez, J. R. (2008). El menor como testigo: fundamentos y técnicas. En Psicología criminal (pp. 163-187). Pearson.
Sáiz, D., Baqués, J. & Sáiz, M. (2008). Psicología del testigo: conceptos fundamentales. En Psicología criminal (pp. 123-162). Pearson

Andrea Estoquera Estudiante de último año de psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona

TRASTORNO FACTICIO APLICADO A OTROS O “SINDROME DE MUNCHAUSEN” COMO FORMA DE ABUSO INFANTIL

El trastorno facticio aplicado a otro, comúnmente conocido como síndrome de
Munchausen , es aquel trastorno donde se falsifican signos o síntomas físicos o
psicológicos, o inducción de lesión o enfermedad, en otro, asociada a un engaño
identificativo (incluso llegando a buscar tratamiento después de provocar la lesión o la
enfermedad). El individuo presenta a otro individuo (victima) frente a los demás como
enfermo, incapacitado o lesionado, donde el comportamiento engañoso es evidente
incluso en ausencia de recompensa externa obvia. (DSM-5).


Los individuos con trastorno facticio corren el riesgo de experimentar un gran
sufrimiento psicológico o deterioro funcional por los daños causados a sí mismo o a los
demás, debido a que es posible que no entiendan las razones de su conducta o que no
reconozcan que tienen un problema.


Se trata de un trastorno difícil de identificar y de tratar, puesto que, puede existir una
afección medica preexistente. Es uno de los trastornos menos contemplados a la hora de
realizar una evaluación y sin embargo, está contemplado como una forma de maltrato
infantil, normalmente perpetrado por las madres.
Para su correcto diagnóstico cuando se sospecha una enfermedad facticia, es
imprescindible obtener información de otras fuentes pertinentes. Entre estas pueden
encontrarse los terapeutas previos o actuales, miembros de la familia, informes médicos
actuales y previos, y estudios analíticos y diagnósticos, además, debemos incluir una
evaluación del niño, de los padres y también de la dinámica familiar. Algunas pautas a
seguir son:

  • Obtenga información fiable de otros miembros de la familia (de su pareja, siprocede), de los médicos que tratan al paciente y de informes clínicos previos.Verifique todos los «hechos» presentados.
  • Revise los informes clínicos de los hermanos, prestando especial atención a las enfermedades inexplicables o las muertes.
  • Observe al niño y al progenitor durante cualquier interacción (en presencia de unobservador).
  • Síntomas poco claros que no son controlables y que se vuelven más graves ocambian una vez que ha empezado el tratamiento.
  • Recaídas predecibles tras la mejora de la enfermedad
  • Presencia de muchas cicatrices La aparición de síntomas nuevos o adicionales tras los resultados negativos deuna prueba médica o psicológica
  • Presencia de síntomas sólo cuando el paciente está con otros o está siendoobservado
  • Deseo por realizar pruebas u operaciones
  • La renuencia por parte del paciente para permitir que los profesionales de lasalud puedan hablar con miembros de la familia, amigos y médicos previosEste tipo de trastorno facticio lo suelen presentar madres que tienen una baja autoestimay un autoconcepto que está muy deteriorado, por lo que, mediante la hospitalización desu hijo obtiene cuidados, apoyo e interés por parte de las demás (le prestan atención)que no sabe conseguir de otra forma y que necesita. La madres generalmente reciben elreconocimiento social (familiares, comunitarios, funcionarios del sistema de salud), deque realizan una “excelente” labor en su función materna, intenta recibir atención deforma indirecta, a través del papel de “enfermo” del hijo/a. Es una forma de evadir losconflictos a lo interno del grupo familiar, siendo la enfermedad del niño/a en muchasocasiones el único tema que tiene en común los padres, y uno de los pocos que nooriginan nuevos conflictos. Las madres mantienen la atención, al menos parcial de susparejas, y aumentan la permanencia de ellos en los hogares, en comparación con elmomento en el que el niño/a no estaba “enfermo”.


Debemos tener mucho cuidado en no confundir este trastorno con una simulación de
síntomas o enfermedades (representación de síntomas físicos o psicológicos falsos o
muy exagerados motivado por incentivos externos), ya que este no es un trastorno.
Deben considerarse los trastornos físicos reales (especialmente las enfermedades raras o
infrecuentes con pocos hallazgos objetivos) antes de diagnosticar prematuramente una
enfermedad facticia. Al igual que con todas las enfermedades facticias, el diagnóstico
puede resultar difícil a menos que el responsable sea directamente sorprendido dañando
a la víctima.


El trastorno facticio por poderes es un diagnostico que se debe tener presente y la
sospecha se sustenta en una historia que muchas veces no concuerda con la clínica. Los
médicos de atención primaria tienen un rol fundamental en el diagnostico, dado que
poseen acceso al entorno y la historia clínica del paciente y su familia

Jazmine Lopez. Psicóloga Forense y Judicial

Moobing o acoso laboral

Casi con seguridad has escuchado alguna vez el termino mobbing o acoso laboral, concepto que cobra importancia debido a la gran importancia del trabajo en nuestras vidas.

Sin embargo, no es un concepto nuevo, el conocido etnólogo Konrad Lorenz ya utilizo el término para referirse a los comportamientos agresivos que observo de ciertos grupos de animales que querían echar a un intruso o también, cuando individuos más débiles de una especie se alían entre si para atacar a individuos más fuertes. En palabras de Lorenz, una definición apropiada podría ser “el ataque de una coalición de miembros contra uno de su misma especie, por alguna diferencia, defecto o rasgo significativo”.

Por tanto, podemos considerar el termino mobbing como un fenómeno de grupo que afecta a los animales en general y que esta presente en la cultura humana. Esto se hace patente, cuando vemos, por ejemplo, en Japón, que desde la propia cultura anti individualista se alienta a presionar desde el grupo cualquier manifestación individual de los trabajadores.

Volviendo a la actualidad, una definición más moderna podría ser la propuesta por Iñaki Piñuel “ el deliberado y continuo maltrato moral y verbal que recibe un trabajador, hasta entonces valido, adecuado o incluso excelente en su desempeño, por parte de uno o varios compañeros de trabajo( incluido muy frecuentemente el propio jefe), que buscan con ello desestabilizarlo y minarlo emocionalmente con vistas a deteriorar y hacer disminuir su capacidad laboral o empleabilidad y poder eliminarlo así más fácilmente del lugar y del trabajo que ocupa en la organización”.

El mobbing no llega de repente, sino que van sucediéndose una serie de etapas:

Conflicto. Suele comenzar por algún desacuerdo o percepción de amenaza. Este conflicto no tiene porque ser real, también puede ser imaginario.

Estigmatización. En esta etapa la victima queda etiquetada de manera negativa de modo que la acaba convirtiendo en su principal característica. Esto a su vez hará que la víctima tienda a comportarse de manera patológica o con miedo, lo cual será utilizado por el agresor para justificarse.

Intervención. Una vez el trabajador queda aislado y estigmatizado, los jefes tender a buscar el problema en las características de la victima y comenzaran a verle como un trabajador problemático.

Eliminación. En muchas ocasiones, es la propia empresa ala que decide prescindir del trabajador, que les resulta molesto e incómodo.

Recibir acoso laboral por lo general tiene consecuencias en la salud mental, si bien dependen de la duración del acoso, la intensidad de la agresión y la vulnerabilidad de la víctima.

Las estadísticas son alarmantes, por tanto, saber detectarlo a tiempo ahorraría muchos problemas a los trabajadores que están sufriendo mobbing. En cualquier caso, un psicólogo forense puede ayudarte a valorar si estas sufriendo acoso laboral.

Psicología Forense. Ámbitos de aplicación. Volumen ll.

Daniel Cerro Torralba

Psicólogo forense con formación en análisis funcional de la conducta. Miembro de la Lista de Peritos del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

PSICOPATÍA VS TAP


¿QUÉ ES LA PERSONALIDAD?

Se describe la personalidad como “el conjunto de características o rasgos que describen o identifican el modo de ser y de comportarse habitualmente de un individuo” (Belloch Fuster, 2010).  Uno de sus puntos clave es que permanece relativamente estable a lo largo de nuestra vida, por lo que es bastante fácil predecir cómo una persona se puede comportar en un contexto o situación. Aunque es relativamente estable, lo cierto es que no es algo rígido, sino que fluctúa, y en esa fluctuación radica la normalidad. De esta forma, podemos predecir más o menos cómo una persona se puede comportar en una situación. Pero no necesariamente se comportará así, dependerá del resto de variables que actúen. Ahí esta esa fluctuación.

Por proporcionar una definición más científica, podemos decir que un trastorno de personalidad se trata de “un patrón permanente de experiencias internas y de comportamientos que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto; se trata de un fenómeno generalizado y poco flexible, estable en el tiempo, que tiene su inicio en la adolescencia o en la edad adulta temprana y que da lugar a un malestar o deterioro” (American Psychiatric Association, 2014).

¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS QUE DEFINEN A UN TRASTORNO DE PERSONALIDAD?

Algunas de las características que definen a un Trastorno de Personalidad son las siguientes:

  • Es omnipresente, rígido e inflexible. La forma de funcionar va a ser la misma en todas las situaciones en las que se encuentre la persona.
  • Dificulta adquirir nuevas habilidades o comportamientos. Justamente debido a esa inflexibilidad y rigidez, se actúa siempre de la misma forma, lo que impide ese crecimiento en términos de nuevas formas de gestión y vivencias personales.
  • Produce malestar a la persona y a su entorno.
  • No existe conciencia de enfermedad. Para la persona, esa es su forma de funcionar, y no piensa que sea inadecuada o perjudicial para ella ni para los demás.

CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD SEGÚN EL DSM-5.

Los Trastornos de personalidad, según el DSM-5, se clasifican en tres grupos o clústers (American Psychiatric Association, 2014), clúster A, B y C.

Dentro del clúster A se encontrarían el Trastorno Paranoide, el Trastornos Esquizoide y el Trastorno Esquizotípico. Dentro del clúster B están el Trastorno Histriónico, el Trastorno Límite, el Trastorno Antisocial y el Trastorno Narcisista. Y dentro del clúster C podemos ver el Trastorno Evitativo, el Trastorno Dependiente y el Trastorno Obsesivo-Compulsivo.

Hoy, nos centraremos en uno de ellos, concretamente en el Trastorno Antisocial de la Personalidad, que se encuentra como ya hemos visto dentro del clúster B.

TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD (TAP).

Se define al Trastorno Antisocial de la Personalidad (TAP) como un patrón duradero de conductas socialmente irresponsables, que se evidencia antes de los 15 años. Se evidencia una falta de interés o preocupación por los sentimientos de los demás, carencia de remordimientos, incapacidad para aprender de la experiencia, escasa tolerancia a la frustración, irritabilidad, ausencia de culpa y tendencia al engaño, a la mentira y a la manipulación. Todo ello con el fin de obtener una ganancia secundaria (Belloch & Fernández-Álvarez, 2002; E. Caballo, 2004).

TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD VERSUS PSICOPATÍA.

A lo largo de los años, se ha considerado que el TAP y la psicopatía, son lo mismo. Sin embargo, no lo son, y así lo podemos ver en las siguientes características:

  • Es cierto que comparten algunas características de diagnóstico como pueden ser que ambos presentan desviación social, sin embargo, hay discordancias en lo referente a los componentes afectivos, emocionales e interpersonales. Se define al TAP con rasgos más conductuales como pueden ser la ambición persistente, la conducta dirigida a un objetivo, necesidad de control y dificultades en confiar en las habilidades de los demás, sin embargo, la psicopatía se suele definir con rasgos más emocionales y disposicionales, como son la incapacidad para sentir las emociones, los afectos, la vergüenza, el remordimiento, la culpa o la empatía (De Santiago et al., 2020; García-López, 2014).
  • Por otro lado, según Hare en 2003, los criterios que definen el TAP hacen mucho más énfasis en las conductas antisociales criminales (de nuevo criterios conductuales), mientras que los criterios diagnósticos de psicopatía (fundamentalmente a través de la PCL-R) hacen más énfasis en los rasgos de personalidad (De Santiago et al., 2020).
  • También se sostiene que la psicopatía va más allá del TAP, es decir, muchos rasgos del TAP son compartidos por la psicopatía, pero ésta última presenta rasgos de la esfera emocional e interpersonal que el TAP no tiene. Además, se encontró que entre un 50-80% de las personas que se encuentran en prisión están diagnosticados de TAP, pero solo entre un 15-30% de estos sujetos también presentarían diagnóstico de psicopatía. Es decir, la mayoría de los criminales con psicopatía tienen también TAP, sin embargo solo una minoría de los que tienen TAP presentan a mayores psicopatía (De Santiago et al., 2020).

En resumen, se podría decir, que son conceptos muy parecidos pero que entrañan ciertas diferencias, como que la psicopatía haría referencia más a aspectos emocionales y que se trata de un concepto que da un paso más allá del TAP.

Bibliografía.

American Psychiatric Association (Ed.). (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5. American Psychiatric Publishing.

Belloch, A., & Fernández-Álvarez, H. (2002). Trastornos de la personalidad (guías de intervención).pdf. Editorial Síntesis, S.A.

Belloch Fuster, A. (2010). Tratado de trastornos de la personalidad. Síntesis.

De Santiago, J., Rovelo-Escoto, N. C., & Sánchez-Gil, L. M. (2020). La psicopatía: Un enfoque multidisciplinar. McGraw-Hill Interamericana de España.

E. Caballo, V. (2004). Manual de trastornos de la personalidad. Descripción, evaluación y tratamiento.pdf. Editorial Síntesis, S.A.

García-López, E. (2014). Psicopatologia forense comportamiento humano y tribunales de justicia. Editorial El Manual Moderno.

Paola Cosgaya Pérez

Psicóloga especializada en psicología y criminología forense, con formación en Análisis de Conducta Criminal y psicología clínica infanto-juvenil. Actualmente en formación en neuropsicología forense. Perito psicólogo de parte y perteneciente a las listas de peritos del COP de Castilla y León 2021.

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